Sitio oficial de RADIOMÁS

La epidemia de desinformación, tan peligrosa como el mismo virus

Por René Anaya – periodista científico para el portal SIEMPRE.


“Cuando los hechos ceden ante la ficción, el resultado predecible es la desconfianza política y la polarización”, esta afirmación está tomada del libro Informar las noticias. Hacia un periodismo basado en el conocimiento, de Thomas E. Patterson, que es completamente adecuada a nuestra situación actual.

Todos los días, “epidemiólogos”, “virólogos” y “expertos en salud pública”, especializados al instante, emiten sus juicios reprobatorios a la estrategia del gobierno mexicano para mitigar la epidemia o afirman que no hay ningún plan gubernamental al respecto, sin tomar en cuenta lo que se ha hecho y explicado.

La epidemia de desinformación

Todos los días, a las 19:00 horas funcionarios de la Secretaría de Salud rinden un informe del número de casos de covid-19 y los avances en la estrategia gubernamental contra la epidemia, dan cifras y datos precisos sobre la situación y responden a preguntas que les formulan los asistentes a su conferencia. Y el 24 de marzo por la mañana informaron la entrada a la fase 2.

Sin embargo, todos los días las notas publicadas se centran en el número de casos detectados en comparación con los que hay en otros países; así como en las acciones drásticas de países europeos y vecinos del norte y sur, sin tomar en cuenta las características propias de México.

De poco sirvió la explicación de que en la fase 1 sí se contabilizaba el número de casos; y que en la fase 2 se dejará de hacer el seguimiento caso por caso, pues ya será un elemento mínimo de información y que, en cambio, se obtendrá información de estaciones de monitoreo centinelas, que ya están distribuidas en el país; que su registro diario permitirá detectar las regiones con brotes epidémicos para efectuar acciones enfocadas a su contención.

Asimismo, el doctor Hugo López Gattel volvió a explicar el 21 de marzo que en la fase 2 ya no se efectuarán pruebas de laboratorio para normar la conducta médica, que se debe asumir en esta fase que quien presente los síntomas característicos debe ser manejado como paciente con covid-19 y vigilar la evolución de la enfermedad.

Tampoco ha servido de mucho que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya hecho una y otra vez un reconocimiento al gobierno de México por las medidas que ha adoptado, de acuerdo con sus recomendaciones; que se haya dicho y demostrado que México se ha adelantado en aplicar medidas de contención, en relación con la respuesta que han tenido otros países. De todas formas, sigue el escepticismo de quienes predicen una tragedia porque todo lo que haga y diga el gobierno podrá y será usado en su contra, aunque se desinforme a la población.

En los medios se siguen publicando notas y análisis en los que se critica duramente la política epidemiológica y se resaltan los yerros de funcionarios y del mismo Presidente, o se magnifica lo dicho por los responsables de la OMS en México, sobre el riesgo de que falle la estrategia adoptada.

La carencia de cultura científica

Intencionalmente se olvidan los fracasos que ha habido en los otros modelos de mitigación y contención de la enfermedad, como los de la Ortodoxia actualizada, de China, Rusia y Cuba; la de Tecnología poblacional, de Corea del Sur, Singapur y Hong Kong, que ha tenido buenos resultados por su situación geográfica y económica; y la de Historia natural de la enfermedad y optimización de la intervención, que a la fecha tiene graves consecuencias en Reino Unido y Países Bajos, según ha documentado el maestro en ciencias Óscar Juárez Flores en SDPnoticias.

Y claro, como refiere Patterson: “Es casi imposible tener deliberaciones públicas sensatas cuando un gran número de personas no están en contacto con la realidad”, como sucede actualmente en México, pues las preferencias políticas e ideológicas le han ganado a las evidencias científicas y sociopolíticas, tanto de opositores como de periodistas que gozaban de credibilidad por sus análisis serios y puntuales.

Politólogos, comentaristas, líderes de opinión y periodistas han sucumbido a sus preferencias ideológicas, a su animadversión al actual régimen o han exhibido su falta de cultura científica, por lo que subestiman las acciones relevantes que ha efectuado y se empeñan en mostrar sus equivocaciones.

De tal forma que, a pesar de la evidencia científica y los datos surgidos de serios análisis epidemiológicos, socioeconómicos y políticos, continúan sus ataques a la actuación gubernamental, porque ellos tienen otros datos y no entienden que no entienden.