Sitio oficial de RADIOMÁS

El acoso callejero; una reflexión sobre la expresión de la sexualidad de los hombres, (2da parte)

Por Bruno Rubio Gutiérrez | Opinión: Sin Privilegios


Continuamos con la reflexión sobre el acoso callejero y la expresión de la sexualidad de los hombres.

Ya decíamos en el posteo pasado, que el acoso es un acto egoísta ya que en él los hombres sólo pensamos en nuestro placer y nuestro prestigio y no necesariamente en si la otra persona está en disposición de compartir expresiones sexuales o afectivas con nosotros.

En ese no tomar en cuenta, se genera una humillación, pues a la otra persona no se le considera una persona, sino una cosa, un objeto que puede ser usado para nuestras necesidades de expresividad sexual o para mantener nuestro prestigio frente a los otros hombres y la sociedad. No nos interesa lo que pueda sentir, pensar o decirnos con respecto a nuestras expresiones, total, ya sabemos que lo más seguro es que nos rechazarán o nos “ignorarán”. El acoso callejero es un acto que le quita dignidad a la otra persona. Es una violación a su cuerpo, a su mente y a su espacio que no puede ser “ignorada” con una lógica de “pues no les hagas caso y ya”.

En este punto los hombres nos encontramos en privilegio, en un terreno desigual, pues el acto de “decirle cosas” a las mujeres en la calle ha estado normalizado y por mucho tiempo no ha sido visto como una agresión, sino precisamente como un privilegio de hombres, y eso ha “estado bien”.

Para que la expresión de nuestro interés afectivo o sexual no sea un acto violento, tendría que darse en un contexto de mutuo acuerdo para hablar del tema, en un ambiente de seguridad y tranquilidad para las personas involucradas. No puede ser un acto inesperado ni unilateral, y bajo esta lógica hacerlo en la calle y a personas desconocidas es inevitablemente un acto de violencia.

Los hombres, al expresar nuestro deseo o gusto sexual hacia una mujer desconocida en la calle, estamos violentando. Sí, en ello estamos expresando nuestra sexualidad o nuestro interés sexual o afectivo, pero al hacerlo en la calle, a mujeres, niñas o adolescentes que no están pensando y no quieren pensar en ese momento en su sexualidad, que no la quieren compartir con nosotros, y que para colmo reciben sin desearlo, un “piropo” cuyo significado podría traducirse en “quiero tener sexo contigo” o “esto pienso de tu cuerpo para mi placer”, estamos cometiendo un acto de desigualdad, de egoísmo y sobre todo de violencia.

Ninguna persona tendría porqué ajustar su día, su ruta, su manera de vestir y su disposición emocional a los deseos sexuales o afectivos de un desconocido, nunca, nadie. Actualmente, gracias al esfuerzo y trabajo organizado de muchas personas, principalmente mujeres, principalmente feministas, se han promulgado leyes que señalan al acoso callejero como un delito, pues es una violencia que no puede ser justificada, sino que debe acabar.

Entonces ¿los hombres ya no podemos ejercer nuestro derecho a expresar nuestros deseos sexuales o afectivos? En la calle y a personas desconocidas, no.

Si, tenemos el derecho, como todas las personas a expresar nuestros deseos sexuales o afectivos, pero debemos cambiar la forma en que lo hacemos, para que no sea violencia, para que no sea un acto egoísta, desigual y unilateral, para que sea un acto digno, en equilibrio e igualdad con la otra persona.

¿Entonces cómo quieren que le hagamos? Preguntarán algunos.

Si el problema ha sido no tomar en cuenta a la otra persona, ese podría ser un primer paso, que las nuevas dinámicas de aproximación no las “inventemos” nosotros solos, sino en conjunto y en acuerdo con las demás personas, en este caso con las mujeres.

Sí, suena bastante difícil hablar con las mujeres para organizarnos sobre cómo podríamos los hombres expresar nuestros deseos sexuales y afectivos hacia ellas.

Pues sí, seguramente será difícil, pero en ello estriba el cambio, en hacer un esfuerzo, en dedicar tiempo y energía, en hablar, discutir, en la prueba y el error, en la búsqueda para encontrar puntos de acuerdo.

Desde mi punto de vista, en esto consiste abandonar un privilegio, hacer un esfuerzo por disminuir nuestras actitudes egoístas y actuar en función del bienestar de toda nuestra comunidad. Eso significa dejar de ser el tipo de hombres que hemos sido.

Dejemos de acosar a las mujeres, niñas y adolescentes y trabajemos en generar nuevas dinámicas, en donde la expresión de nuestro afecto y nuestra sexualidad sea sí libre, pero respetuosa, no violenta y en la que el disfrute compartido, sano y seguro sea la regla.