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El amor. Reflexiones con Manuel Vásquez

Desaprender el largo camino del amor romántico en Iberoamérica, es un proceso  que quizás sea imposible de lograr, aunque el canon que marca el feminismo, y la nueva construcción de masculinidades, aseguren que el sentido del amor que perciben hombres y mujeres, cargados de significantes,  accesorios  simbólicos, solo ayuda a que no se aprenda  de fondo el sentido el amor.

Erick Fromm estaría de acuerdo, pero quizás León Tolstoi no;  por un lado uno,  haciendo la gran pregunta incontestable  ¿es el amor un arte?  Cuyas respuestas  desmenuzan una sicología humanista, cargada de variaciones sobre la percepción de yo individual, y Tolstoi  por otro lado edificando en su prosa  la enorme carga social, que tiene el mantenerse  dentro del estatus,  casado  con hijos,  o casada y con hijos y además viviendo  en familia,

Ahora que paso el 14 de febrero sui generis, sin tanto revuelo en la mercadotecnia,  descubrimos que la pandemia ha relentado también el  impuso  sostenido de una sociedad por mantener sus estereotipos, pues de ellos depende en gran medida, que la economía  como un engranaje se aceite y funcione,   de manera “adecuada”.

Y es que justo ahora estamos viendo que las estadísticas, de matrimonios que se quieren divorciar va en aumento así como la violencia contras las mujeres, en el ambiente doméstico, y en cierta medida  la violencia generalizada, de todos tipos,   también de mujeres contra hombres.

La realidad sin teorizar  mucho sobre los efectos de la percepción del amor;  en estos tiempos,  es un tema  digno de revisión  y análisis acucioso en el porvenir,   ya  que el concepto nos marca un línea muy delgada   entre la tradicional forma de comprender esta emoción o sentimiento,  y la contraparte  que se origina como señales del cuerpo y del cerebro, para sostener  a toda costa el torrente químico que sentimos los  humanos cuando estamos enamorados.

Entonces sí.  La pandemia establece desde el reducto de su propia naturaleza agresiva,  que la distancia y el tiempo, permean en la el imaginario como un elemento   en contra de la supervivencia de la tradición, y por otro lado la prevalencia de lo simbólico,  para muchos millones de personas herederas de una educación emocional que proviene  del medioevo, de la Europa Occidental y que  está basada en pactos  absolutistas,  y en formas de romance más o menos consistentes hasta nuestros días, mismos que  empiezan a ser insuficientes  para demostrar  el amor.

Quizá nos encontramos en un parte aguas de la evolución del pensamiento humano, en el que se acomode una percepción diferente y más concreta de los diversos sentidos que aún hoy el amor tiene, principalmente en los hombres, el de pertenencia, “ella es mía”  el del romance,  “la conquisto”  el de dominio  “la poseo”  y el patriarcal por antonomasia una vez mía, poseída  y conquistada,  “la mantengo” por lo tanto mando, gano y es mi reino.

Mucho habrá que pensar en estos tiempos y luego en la post- pandemia, hacia donde se dirige el constructo del  amor romántico, y mucho abonarán de seguro las artes especialmente la literatura –como ya expusimos con dos ejemplos Tolstoi y Fromm-   en la creación de nuevos   lenguajes y formas de ver el fenómeno;  para estar ciertos que la deconstrucción, nos llevara décadas, quizás siglos o quizá resulte  imposible de sostener,   el amor romántico, el de velas, el de vino, el de peluches kisch, el de globos, el de serenatas,  el de poemas, siga como  estereotipo, empujando a millones a desbordase  el 14 de febrero con o sin pandemia con o sin dinero, con o sin economía, para demostrar  y sostener a toda costa  eso que todos denominamos “el amor”.