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El Fandango. Reflexiones con Manuel Vásquez.

Un amigo al que  cariñosamente decíamos «el zurdo»,  siempre me presumía el fandango, cuando pulsaba la jarana me callaba, altanero y casi a sombrerazos porque siempre usaba, diciéndome, así no canijo, los mismos tonos y los mismos versos, tienes que ir a un fandango para que te cagues de la emoción, eso si es son, no las cosas que andan tocando unos muchos que creen que el balajú se fue a la guerra. O que el zacamandú se toca por derecho, no la verdad para tocar un son bien tocado tiene que ser bien atravezao.

Como que atravezao no entiendo, pues eso precisamente que no entiendes; atravesado jalado pa atrás,  como si fueras en reversa pero para adelante,  no saben la risa que me daba escuchar estas cosas, pero como voy a ir a un fandango si soy de Xalapa,  pues ese es el problema  tuyo y de muchos que creen tocar el son y se sienten las leyendas de una música que ni entienden,  a ver ya fuiste a Tlacotalpan a fandanguear a San Miguelito, o a San Juan Evangelista allá con los panaderos, o a Playa Vicente,  o a Otatitlán,  o a Jaltipán a las fiestas; no pos no he ido, ahí esta entonces no sabes nada, mira trae la jarana te voy a enseñar como es el toro, además lleva cante y descante, como le hacen los llaneros en Venezuela, el grito sale de dentro así fuerte como si estuvieran arreando ganado y pa que lo escuchen las reses que van punteando…….. a que emoción tan fuerte sentía,  yo enamorado como estaba del joropo y este hombre cantándome mis verdades sobre el son jarocho que tiene la misma cuna;  en sotavento llanuras  llenas de palmas, esteros, mosquitos chaquistes, tardes de verano en ciénegas ardientes y palos de cedro rojo, de pinabete, de chagane, y muchas maderas pa otras cosas, que ahora ya se pero que antes ni me ocupaban.

No pasó mucho tiempo para que me decidiera a romper con esos tres tonos de la jaranas llamadas  comerciales, la vida y la UVI y largos  años me llevaron a la selvas, haya por Pajapan, recorrí varios días  esas tierras de lomas bajas, donde se puede ver a lo lejos el comienzo de la sierra de santa Martha y  en el centro el volcán de San Martín.

La verdad Samuel Aguilera ya me había dicho, mira Manolo si algún día llegas a ir a Chacalapa  ahí vas a ver por que los que nos dedicamos a la versada y al son somos como somos, y así decidí llegar en el mero día de la fiesta,  antes y ahora si    ya había ido a Tlacotalpan, ya me había metido e los fandangos de luz de noche, ya muy trasnochado no había aguantado el paso en la plaza Doña Martha, y una vez a pura cerveza bien fría me quede dormido todo sudado en el cristo negro un día de la fiesta grande justo antes del abanderamiento en Otatitlán, costumbre que tenia el pueblo o sus autoridades  de poner una bandera a cada plasta de excremento  dejada en el pasto de la plaza para que otras personas no lo fueran a pisar.

También  pude estar en el fandango de la cocineras con Liche Oseguera, quien me platicó como se hacía,  pude ver como se cierne el queso fresco con la familia de Zenèn Ceferino  en Cosoleacaque, y pude  de veras y que suerte tuve, de  acompañar a  Patricio Hidalgo,  quien me confió que la conga si se tocaba en Veracruz antes de que llegara la música de Cuba,  pues los negros de la zona de la mixtequilla y los maeses de la molienda en Yanga, Córdoba, y en las haciendas perdidas de la región, comenzaron a tocar el son a su manera justo en los siglos posteriores a la muerte de Hernán Cortez en 1548.

La liturgia del fandango me la explicó don Esteban Utrera, de viva voz,  diciéndome, no güero los jóvenes de ora no saben nada,  no respetan;   antes los que llevábamos el fandango éramos los viejos,  nosotros  afinábamos a nuestro estilo , y punteábamos el son de inicio, los demás tenian que esperar a que dieran la entrada, cuando había versada  todos calladitos esperábamos y  el reguero de jaranas  tenía orden, no como ahora que es puro desmadre y mota.

Tío guillo mi padrino me lo contaba también, a veces con datos que el creía que yo manejaba, y que  yo con tal de seguir en la platica le decía que si para que me siguiera platicando,   no…… los fandangos de corral nuevo eran memorables, antes de la gran inundación del 44 mi familia era rica,  miles de cabezas de ganado se perdieron, no quedo nada, ahora nadie se acuerda pero eran tiempos en los que el fandango era a fuerza una cosa de fiesta y de alegría.

Así llegue a Chacalapa aquella noche de julio,  noche embrujada,  me negaba a creer lo que mis oídos escuchaban,  faltaba mucho para llegar a pie, y ya se escuchaban las leonas, las vozarronas, el amigo con el que fui me dijo, oí nomas  como le pegan, se ve que esta re bueno,  llegamos al fandango, y estaba la imagen del santo en el centro junto con una bandera enorme de México, nos dijeron que ya había pasado el rezo y que si queríamos tamales y aguardiente que era gratis. Solo había un foco  en el centro y jaraneros habían de  ser por lo menos 40. La tarima alta de una madera muy gruesa atestada, de mujeres bailadoras, con sus trensotas negras amarradas cayéndoles hasta la cintura,  todos los hombres con sombrero y brazos sudados, comenzaba apenas lo bueno;  dos de la mañana y  momentáneamente  el foco se apagó, justo en ese momento  me dijo mi amigo ahí viene el toro deberías de arrimarte pa que sientas, aquí te presto mi jarana……… recuerdo que se me enchino toda la piel y que sentía como toques eléctricos en la cabeza,  fue como un relámpago que desbarato todos mis nudos, todos mi egos, todos mis afanes de ser  estrellita de la música,  sentí de pronto como al tiempo que tocaba se me escurrían las lagrimas,  no se de que, ni por que,  nunca había sentido  una emoción parecida,  la gente en el fandango no se voltea ver, todos estan en su onda, serios , sudados, concentrados, colectivos, vivos todos en uno,  así ya dentro y sumergido en la mas profunda emoción dije,  ahorita me curo y esto fue llorar  durante el tiempo  que dura el toro y unos diez sones seguidos, ahí entendí lo que me decía el zurdo  sobre el son jarocho, entonces supe,  por que  para entender la música hay que mamarla, entendí a Samuel , y su palabrería vericuetosa de sus historias de sotavento, entendí a los versadores, entendí a Los Utrera, entendí que para ser algo, hay que atreverse a respetar  a los viejos, y aprendí que uno tiene el corazón dormido, hasta que te atreves a ir a un fandango,  por eso me dan risa con todo respeto los ídolos de barro que andan sintiéndose  los precursores del son, y los sacalepuntita de ciertos instrumentos, que piensan que son ellos, el tesoro  y la raíz.- recuerdo que ese día en versada rodillera y para acabarla de amolar, me atreví a echar este verso, con el que me inaugure como hombre de fandango, y que me sirvió para conjurar mis males  citadinos, mi ignorancia, mi arrogancia,  mi altivez, y  mis creencias pendejas y egocéntricas.

Hoy llore en una tarima

Al filo de la mañana

Y esa lagrima temprana

Se entremezclo con la rima

Y con el polvo de fina

Alfombra de bailadora

Al grito de una cantora

Me sumergí en ese  mundo

Deje de ser errabundo

Y por fin llego mi  hora