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Estéticas en la pandemia. Reflexiones sobre la creatividad y la vida artística.

Manuel Vásquez | RADIOMÁS | Enero 2021.


La estética convencional ha cambiado en nuestros tiempos de pandemia, lo expuesto en los medios no iguala, ni emula por mucho, la realidad  visual y sensitiva que una audiencia, o espectadores, tienen cuando  presencian, una obra creativa.

La expresión abstracta del artista y su estética, en tiempo de pandemia, se reduce a una visión de túnel en muchos aspectos, sin embargo en otros, persiste la inquietante necesidad empática de cubrir, el espectro de colores,  sensaciones, y  emociones de un público que permanece encerrado en sus casas, mirando una pantalla de computadora, una de celular o tablet, y en el mejor de los casos una enorme pantalla digital de alta resolución.

Aquí encontramos un paradigma inédito pues en ciudades  culturales como Xalapa, la capital de los veracruzanos la abundancia de obra, y  la generación de escenas en las que fluye el teatro, la danza y sobre todo la música, queda oculta bajo un tamiz de anonimia, que no hace bien al hecho colectivo por antonomasia que es tocar para que alguien sienta las vibraciones de los instrumentos incluida la voz, con todo su enorme contexto orgánico, el cuerpo que vibra, la exhalación de los humores, de los sentimientos, y del momento colectivo, ineludible, irremplazable, único, efímero, e íntimo.

Eduardo Azuri, asegura en su libro “la intimidad y el proceso creativo” que los humanos nos alejamos inconscientemente del momento íntimo de creatividad, porque requiere una lucidez extraordinaria, una paz deseable, un entorno propicio, y sobre todo el manejo de los recursos de la estética -la convencional-, la que todos aceptamos tácitamente y las nuevas o emergentes, como las que se están dando en esta pandemia 20-21.

Es el quehacer de la historia el que podrá dilucidar dentro de algunos años que fue lo que pasó en realidad en estos tiempos donde la muerte y desasosiego campeó, y profundizó un sentido de inestabilidad y miedo.

Esa historia tendrá que contar, que en realidad nunca la pandemia pudo paralizar, la urgencia de unos acordes, el sonido  melódico de un instrumentista, el pincel gracioso de un pintor, el trazo fuerte de vigoroso de un paisajista,  y por supuesto quizás el lúgubre tono de un poema a la muerte de alguien cercano que se nos fue.

Los homenajes abundarán, pero ya nada en estas estéticas y episodios creativos podrá incluirse como parte de la historia. Pues los miles de momentos de intima creatividad aun no afloran, pues esperan que lo peor pase, que la vacuna  llegue y que los públicos emerjan.

Humanos como somos, comprenderemos que no consumimos arte ni conceptualizamos una estética particular, si no que en muchos sentidos somos víctimas de la vaguedad, y  el gusto originado en el consumo, el hiperconsumo, y el individualismo.

La estética personal, mutará hacia un escenario donde el consumo de pocos se extienda, como gusto generalizado, y la masificación de ese mismo gusto provea cierta satisfacción a quienes crean pero también a quienes buscan una expresión diferente.

Sonidos, colores, formas, movimientos, tamaños, palabras dichas, fotografía, cine, luces, y acción, resurgirán como resurge un delfín o una ballena después de estar oculta bajo el agua, alimentando su momento íntimo de búsqueda de alimento.

Resoplando en su propia intimidad creativa, el mundo de los artistas abrirá su enorme nariz para respirar aire fresco, seguramente para expresar en una estética vanguardista y diferente  la verdad de tantos lutos acumulados, tantos miedos resguardados, y tanta ansiedad de nuestro tiempo.