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Los Dichos Que Ya No Deben Ser Dichos

Por Josué de la Fraga

¡Qué tal, apreciados lectores del blog de Radio Televisión de Veracruz! Les doy la bienvenida a este nuevo espacio que hoy inauguramos con mucha emoción y con la intención de invitarles a pensar, a cuestionar y, sobre todo, a evolucionar juntos. Soy Josué de la Fraga y esta es su nueva columna: «Los Dichos que Ya No Deben Ser Dichos».

En estas líneas, semana a semana, vamos a desempolvar esos refranes, esas frases populares, esas expresiones que hemos escuchado por generaciones. Algunas son ingeniosas, otras simpáticas, pero varias, con el ineludible paso del tiempo y la transformación de nuestra sociedad, han quedado, digamos… un poquito desfasadas. O, para ser más directos, se han vuelto políticamente incorrectas a la luz de los valores que hoy defendemos como una comunidad más consciente, inclusiva y respetuosa.

El objetivo de esta columna no es, de ninguna manera, censurar por censurar, ni mucho menos convertirnos en una especie de «policía del lenguaje». Al contrario, buscamos entender el profundo poder de las palabras, cómo estas moldean nuestra percepción de la realidad y cómo, a veces sin la menor intención, pueden perpetuar estereotipos o ideas que ya no encajan con la cultura de bien social, respeto y equidad que RTV se enorgullece en promover. Queremos fomentar la cultura y la educación también a través de la reflexión crítica de nuestro propio lenguaje cotidiano.

Y para esta primera edición, hemos elegido un dicho que seguramente muchos han oído y, quizás, en algún momento, hasta repetido casi en automático. Un dicho que, bajo una apariencia de consejo o hasta de un torpe halago, esconde una carga semántica bastante problemática.

El primer «Dicho que ya no debería ser dicho» de hoy es… «Calladita te ves más bonita».

(Hagamos una pausa para que la frase resuene).

Uf. «Calladita te ves más bonita». Suena familiar, ¿verdad? Quizás lo escuchamos de una abuela bienintencionada, un tío ocurrente, o en alguna película de antaño. Y en su momento, se normalizó, pasó sin mayor filtro. Pero, ¿qué nos dice realmente esta frase?

Analicémosla con la perspectiva actual. En su superficie, podría parecer un «piropo» desafortunado, sugiriendo que el silencio realza la belleza femenina. Pero si rascamos un poquito, lo que encontramos es mucho más profundo y, francamente, preocupante.

Este dicho es un claro ejemplo de cómo se ha intentado históricamente silenciar la voz de las mujeres. Implica que la opinión, las ideas, la participación activa de una mujer son secundarias a su apariencia física, o peor aún, que su voz es algo molesto, disruptivo, que le resta valor en lugar de sumárselo. Aunque su origen exacto es difuso, como muchos refranes populares que nacen del imaginario colectivo, su raíz se hunde en una estructura social patriarcal donde el rol de la mujer estaba predominantemente confinado al espacio privado y a la sumisión, y donde su voz pública no solo no era valorada, sino a menudo reprimida.

¿Por qué es políticamente incorrecto hoy, en pleno 2025?

Por sexismo evidente. Reduce a la mujer a un objeto pasivo cuya principal virtud parece ser la belleza y el silencio. Niega su intelecto, su capacidad de agencia, su derecho fundamental a expresarse y a ser escuchada en igualdad de condiciones.

Porque limita el potencial. Imaginemos el impacto de esta frase en una niña que está formando su identidad. Le estamos enviando el mensaje subliminal de que su voz no importa, que es mejor que no opine, que no cuestione. Esto mina la autoestima, la confianza, y puede coartar gravemente su desarrollo personal y profesional. ¡Queremos niñas y mujeres que lideren, que propongan, que debatan, no que se callen para «verse más bonitas»!

Porque contradice los valores de igualdad. En una sociedad que, con esfuerzo y avances, busca la equidad de género, donde se reconoce que todas las voces son valiosas y necesarias para construir un mundo mejor y más justo, una frase como esta es un anacronismo. Es un lastre cultural que nos recuerda épocas donde el papel de la mujer estaba estrictamente delimitado al hogar y, precisamente, al silencio.

Porque ignora la riqueza de la diversidad. La belleza de la humanidad, y de cualquier sociedad, radica también en la pluralidad de sus voces, de sus perspectivas. Silenciar a la mitad de la población, o a cualquier grupo, es privarnos de esa riqueza invaluable. Las ideas, los argumentos, las emociones expresadas verbalmente son parte integral de lo que somos como seres humanos pensantes y sintientes.

Entonces, ¿qué hacemos cuando escuchamos o, incluso, nos sentimos tentados a usar un dicho como este por la fuerza de la costumbre? Lo primero es la consciencia. Reconocer el mensaje subyacente y el peso de su significado histórico y actual. Y lo segundo, es elegir diferente.

En lugar de un «calladita te ves más bonita», ¿qué tal un sincero «me interesa mucho tu opinión»? ¿O un alentador «qué bueno que compartes tus ideas»? ¿O simplemente practicar la escucha activa y validar la intervención de la persona, sea quien sea?

Fomentar que las personas, y en este caso particular, las mujeres y niñas, se expresen libremente, es fomentar una sociedad más justa, más inteligente y más completa. La verdadera belleza reside en la autenticidad, en la inteligencia que se comparte, en la pasión con la que se defienden las ideas, no en el silencio impuesto.

Así que, la invitación de hoy es a reflexionar. A jubilar este «Calladita te ves más bonita» de nuestro vocabulario personal y colectivo. Y a pensar, ¿qué otros dichos populares, que quizás repetimos sin pensar, merecen pasar a esta lista de «Los Dichos que Ya No Deben Ser Dichos»?

Nos encantaría conocer sus propuestas para futuras ediciones de esta columna. Pueden enviarnos sus sugerencias a través de las redes sociales de RTV.

Soy Josué de la Fraga, y esto fue «Los Dichos que Ya No Deben Ser Dichos». ¡Hasta la próxima semana, donde seguiremos desempolvando el lenguaje para construir juntos un presente y un futuro más respetuosos e igualitarios!

Josué de la Fraga Chávez
Locutor y productor en Radio Televisión de Veracruz, docente universitario y apasionado por el lenguaje. Entre micrófonos y aulas, vive rodeado de su «manada»: Daniela, los gatos Momo y Kimi, y el perro Canelo. En esta columna, «Los Dichos Que Ya No Deben Ser Dichos, une su oído crítico y su amor por las palabras para revisitar el habla popular con humor y humanidad.