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Los Dichos Que Ya No Deberían Ser Dichos Cap. 7

Por Josué de la Fraga

¡Excelente día, comunidad de RadioMás y apreciados lectores! Soy Josué de la Fraga, y como cada semana, les doy la bienvenida a este espacio en nuestro blog para poner el lenguaje bajo la lupa y reflexionar sobre su impacto.

La semana pasada tuvimos una conversación muy necesaria sobre el mandato de «los hombres no lloran» y el tremendo daño que esa idea le ha hecho a la salud emocional de generaciones. Hoy, vamos a analizar otra de esas frases que se presentan como «sabiduría popular» o como una descripción cínica pero «realista» de cómo funcionan las cosas en nuestro país. Es una de esas frases que a menudo se dicen a media voz, casi como un secreto a voces, una llave maestra para sobrevivir en un sistema que parece tener sus propias reglas no escritas.

El dicho que hoy vamos a declarar como obsoleto, tóxico y dañino es uno que lamentablemente muchos reconocerán: «El que no transa, no avanza».

«El que no transa, no avanza». Se nos presenta casi como una ley ineludible del éxito. Una fórmula para sortear la burocracia, para agilizar un trámite, para conseguir un contrato, para, en resumen, «progresar». Pero, ¿qué estamos diciendo y validando realmente cuando repetimos esta frase?

La justificación de un atajo tóxico

Este dicho nació en el caldo de cultivo de la corrupción sistémica, la burocracia ineficiente y la profunda desigualdad. Es una frase hija de la cultura de la «mordida», del «favor político», del compadrazgo y de la perniciosa idea de que las reglas están hechas para romperse si se tienen los contactos o el dinero para hacerlo.

Su intención es la de ser un «consejo pragmático». En un sistema donde a menudo parece que los caminos legales son lentos, tortuosos o simplemente ineficaces, la frase emerge como una justificación para tomar el atajo: el atajo de la trampa, del soborno, del engaño. Es, en esencia, la rendición ante un sistema corrupto; es la aceptación de que la única forma de «ganarle» es jugando su mismo juego sucio.

El corrosivo efecto en nuestra sociedad

Más allá de su ya problemático origen, ¿por qué esta frase es una de las más venenosas para nuestra vida en comunidad y por qué debemos erradicarla conscientemente de nuestro vocabulario y de nuestra mentalidad?

Porque normaliza y glorifica la corrupción: Esta es la razón principal y la más grave. La frase no solo describe la corrupción, sino que la convierte en una estrategia inteligente y necesaria para el progreso. Transforma un delito y una falta ética profunda en una simple muestra de «astucia». Bajo su lógica, «transar» deja de ser sinónimo de «engañar» o «corromper» y se convierte en una medalla al «listo», al «movido», al que sabe cómo funcionan «las cosas de verdad».

Si la persona que avanza es la que «transa», entonces aquella que se esfuerza, que es honesta, que tiene talento y que sigue las reglas queda automáticamente en desventaja. La frase es un ataque directo y frontal a la idea de que el éxito debe ser fruto del mérito, el trabajo duro, la innovación y la capacidad. Genera una profunda desmoralización en quienes, día a día, intentan hacer las cosas bien.

Este dicho erosiona la confianza y el tejido social. Una sociedad no puede funcionar si partimos de la base de que todos están haciendo trampa para salir adelante. Se pierde la confianza en las instituciones, en los procesos y, lo que es peor, en los demás ciudadanos. Se crea un ambiente de cinismo generalizado donde la ley es vista como una mera sugerencia para los «tontos» y no como el pilar fundamental que debe regir nuestra convivencia.

La democracia se sustenta en el principio de igualdad ante la ley para todos los ciudadanos. Este dicho promueve exactamente lo contrario: un sistema de facto donde hay ciudadanos de primera (los que «transan» y tienen los medios para hacerlo) y de segunda (los que deben acatar las reglas). Fomenta una cultura del privilegio y del individualismo depredador, en lugar de una cultura del bien común y la legalidad.

La alternativa: una convicción, no un eslogan

¿Qué hacemos entonces? El primer paso no es negar que la corrupción existe, porque lamentablemente existe. Se trata de negarnos a aceptarla como la única vía o, peor aún, como una vía legítima. Se trata de entender que cada vez que alguien «transa» y «avanza», hay una persona, una familia o una empresa que hizo las cosas bien y que se queda atrás. Cada vez que se valida este dicho, el sistema en su conjunto se pudre un poco más.

La alternativa no es otro refrán ingenioso. La alternativa es una convicción personal y colectiva. Es la convicción de que el avance real y sostenible, tanto para el individuo como para la nación, se construye sobre la integridad. Es apostar por la honestidad, aunque a veces sea el camino más largo y difícil. Es exigir transparencia y denunciar la corrupción en lugar de justificarla con un encogimiento de hombros. Es trabajar para construir un país donde, algún día, podamos decir con orgullo y con la certeza de que es verdad: «El que es derecho, avanza seguro».

Esta columna se basa en la sección semanal del mismo nombre, emitida los miércoles en el programa Más Por La Mañana. Te invitamos a escuchar la versión en audio, ya disponible en las principales plataformas de podcasting de RadioMás.

Soy Josué de la Fraga, y les agradezco su lectura. La próxima semana seguiremos limpiando nuestro lenguaje de esas ideas que ya no nos sirven para construir el Veracruz y el México que todos queremos. ¡Hasta entonces!

Josué de la Fraga Chávez
Locutor y productor en Radio Televisión de Veracruz, docente universitario y apasionado por el lenguaje. Entre micrófonos y aulas, vive rodeado de su «manada»: Daniela, los gatos Momo y Kimi, y el perro Canelo. En esta columna, «Los Dichos Que Ya No Deben Ser Dichos, une su oído crítico y su amor por las palabras para revisitar el habla popular con humor y humanidad.