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Mujeres que inspiran: la historia de Helen Rodríguez

FamPlan: Yep, we got this.

Helen Rodríguez Trías nació en Nueva York en 1929, aunque pasó su infancia en Puerto Rico, hogar de su familia. Desde pequeña Helen experimentó la injusticia de su pueblo; por ejemplo, vio a su madre, maestra de escuela, luchar en contra de la imposición del inglés como único idioma por parte de la ocupación militar estadounidense.

A los diez años de edad, la familia volvió a Nueva York, lugar en el que padeció en carne propia el racismo y la discriminación. Por el hecho de no ser una niña blanca estadounidense, en primaria fue trasladada a la clase del alumnado con discapacidades mentales, cuando, al contrario, ella era una de las alumnas más listas y aventajadas.

Después de acudir a la escuela secundaria, decidió que quería estudiar medicina. La razón principal era que ésta combinaba a las personas con la ciencia, dos de las cosas por las que Rodríguez Trías sentía un gran interés.

Volvió a San Juan (Puerto Rico) en 1948 para comenzar su carrera académica, pero ésta sufriría un parón. Existía un fuerte movimiento estudiantil promovido por el partido nacionalista de Puerto Rico; el grupo invitó al líder independentista Pedro Albizu Campos, pero el rector no lo permitió, y los estudiantes, incluida Helen, respondieron con una huelga. A su hermano no le gustó el comportamiento de Helen, y la amenazó con cortarle el grifo en sus estudios. Por ello, Helen volvió a Nueva York, donde se casó y tuvo tres hijos.

Pero Helen no dejaría que su sueño se esfumase, y decidió regresar a Puerto Rico para terminar sus estudios. Volvió a sumergirse en el movimiento nacionalista puertorriqueño; en esta ocasión lideró una campaña para ir en contra del abuso que sufrían las mujeres de Puerto Rico a la hora de ser esterilizadas. Muchísimas mujeres –el 30 % de las mujeres de pobres y/o de color en edad reproductiva– estaban siendo esterilizadas sin que éstas conocieran bien los riesgos a los que se enfrentaban; por ejemplo, desconocían que los procedimientos para ligar las trompas de Falopio o quitar el útero eran procedimientos irreversibles. Lo cierto es que las mujeres de Puerto Rico sin recursos económicos para traer bebés al mundo, estaban siendo utilizadas como cobayas de laboratorio para poder desarrollar la tecnología en el control reproductivo estadounidense.

En 1957 obtuvo su licenciatura e ingresó en la escuela de medicina de la Universidad de Puerto Rico (UPR). En 1960 consiguió su grado de medicina a la edad de 31 años, y después tuvo su cuarto hijo. Durante su residencia en el Hospital de San Juan se centró en la pediatría; es más, fue ella quien estableció el primer centro de cuidado de recién nacidos de Puerto Rico. Gracias a ello, la tasa de mortalidad bajó un 50 % en los siguientes tres años.

Helen participó en muchos proyectos de activismo social, liderados por ella misma en muchas ocasiones. Ayudó a crear el Comité por el derecho al aborto y contra el abuso de la esterilización, grupo que contribuyó significativamente a la creación de las pautas federales de esterilización en 1979.

Además, fue miembro de la Asociación Estadounidense de Salud Pública (APHA) desde 1972 y tuvo un rol importante porque fue la fundadora y primera líder del Caucus Hispánico de dicha asociación. También presidió el Instituto del SIDA del Departamento de Salud de Nueva York en la década de los años 1980; allí se especializó en ayudar a mujeres y a niños que habían contraído el VIH.

Y, en 2001, le concedieron la Medalla Presidencial de los Ciudadanos por su trabajo a favor de las mujeres, las niñas y los niños, las personas con VIH y SIDA y con bajos recursos.

Helen murió de cáncer de pulmón en 2001.

Hoy, el sistema de salud reproductiva es mucho mejor gracias a la labor de personas como Helen Rodríguez Trías. Aunque queda mucho por hacer, ya que el acceso al aborto no es accesible para todas las mujeres, razón que muchas veces empuja a la esterilización desmedida o a abortos clandestinos peligrosos. Además, hay que tener en cuenta que el derecho mínimo a la salud tampoco la gozan todas las personas –por ejemplo, en los Estados Unidos, 44 millones de personas no tienen seguro médico–.