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Rita Levi-Montalcini, la dama de la neurona

Rita Levi-Montalcini fue una neuróloga italiana. Descubrió el primer factor de crecimiento conocido en el sistema nervioso, investigación por la que obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1986, compartido con Stanley Cohen

Nació en Turín el 22 de abril de 1909, la más joven de cuatro hermanos junto con su hermana gemela Paola (que sobresaldría como artista). Su padre, Adamo Levi, era ingeniero eléctrico con buenas dotes para las matemáticas, y su madre, Adele Montalcini, pintora. El hermano varón, Gino, estudió arquitectura (y llegó a ser muy respetado en su profesión). Sin embargo, Adamo Levi, de mentalidad tradicional, no veía con buenos ojos que las mujeres se volcaran en una carrera profesional que pudiera apartarlas de sus deberes como madre y esposa.

Sin embargo, al cumplir 19 años, la niñera y amiga de la familia murió de cáncer, lo cual impulsó a Rita a interesarse por la medicina. Pese a las reticencias de su padre y sus propias lagunas académicas, ingresó en la Universidad de Turín, donde compartió bancos con los futuros premios Nobel Salvatore Luria y Renato Dulbecco. Los tres fueron discípulos de una figura que sería esencial en la trayectoria de Levi-Montalcini, el neurohistólogo Giuseppe Levi. Después de graduarse con honores en 1936, Rita permaneció como investigadora a cargo de su mentor, iniciando sus estudios en el desarrollo del sistema nervioso en el embrión de pollo.

Como la de tantas otras personas en aquella época, la vida de Levi-Montalcini iba a entretejerse con las turbulencias políticas de Europa. En 1939, con las nuevas leyes contra los judíos, Rita dejó su puesto en la universidad, trasladando sus experimentos a su propio dormitorio. Allí montó un laboratorio con su microscopio y algunos utensilios caseros adaptados, como agujas de coser y pinzas de relojero.

Tras la alianza entre Mussolini y Hitler, en 1941 las bombas aliadas comenzaban a caer sobre Turín, lo que obligó a los Levi-Montalcini a mudarse a su casa de campo en las montañas y en  1943 y ante el avance de las tropas nazis, la familia se vio obligada una vez más a huir hacia el sur, donde Rita rehizo su laboratorio en un sótano de Florencia.

Cuando por fin la guerra terminó, Levi-Montalcini ya había sentado las bases del que sería el gran descubrimiento de su vida. Durante aquellos años había replicado algunos experimentos del embriólogo alemán Viktor Hamburger, de la Universidad Washington de San Luis (EEUU). Hamburger había observado que los embriones de pollo privados de sus miembros no desarrollaban los nervios destinados a estas regiones, lo que el científico interpretaba como una falta de diferenciación en esas neuronas. Levi-Montalcini coincidía en los resultados, pero no en la explicación.

Cuando Hamburger supo del trabajo de Levi-Montalcini, la invitó a su laboratorio para lo que en principio iba a ser una colaboración de unos pocos meses. Se quedó allí 30 años y el afamado neuroembriólogo tuvo que rendirse a la evidencia de que la hipótesis correcta era la de aquella científica refugiada que había mendigado huevos en las granjas.

En los años 50 y en colaboración con el bioquímico Stanley Cohen, Levi-Montalcini aisló el Factor de Crecimiento Nervioso (NGF, por sus siglas en inglés), una proteína esencial para la supervivencia de las neuronas. En 1986, Levi-Montalcini y Cohen recibieron el Nobel de Fisiología o Medicina “por sus descubrimientos de factores de crecimiento”.

Levi-Montalcini no dejó de trabajar su cerebro a lo largo de toda su vida. No dejó de investigar hasta el mismo día de su muerte, y mantenerse activa mentalmente fue clave para poder enfrentarse a la vejez.

Su motivación y tesón le llevaron a crear el European Brain Research Institute, en Roma, donde mujeres jóvenes siguen investigando precisamente el NGF, sobre lo que decía: “son todas féminas, sí, y eso demuestra que el talento no tiene sexo. Mujeres y hombres tenemos idéntica capacidad mental”. De hecho decía que “el futuro del planeta depende de la posibilidad de dar a todas las mujeres el acceso a la instrucción y al liderazgo”. Su pensamiento feminista le llevó a contestar cada vez que era preguntada, que nunca se casó porque ella era su propio marido.