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La partería, oficio sagrado que suele ser preferible al servicio médico público y estas son las razones

Las zonas rurales se encuentran alejadas del caos citadino, pero muchas veces también de los servicios básicos de salud. Mientras el 96% de los partos en el territorio mexicano se atienden en hospitales, en las zonas marginadas la atención obstetricia muchas veces depende del trabajo de las parteras. Si bien este aislamiento en zonas marginadas muchas veces también provoca asilamiento económico y de servicios básicos, el mismo ha permitido, sin embargo, que se conserve la esencia de muchas tradiciones, como lo es, en este caso, la tradición partera.

El oficio de las parteras formó una parte importante en la cosmovisión de la civilización prehispánica, desde una perspectiva ritual y social, ya que los nacimientos no eran acontecimientos aislados, sino que involucraba a toda la comunidad. Desde el momento en que las mujeres quedaban embarazadas, la noticia era primero comunicada a los padres y luego a las parteras, para que fungieran como consejeras espirituales y médicos.

Fray Bernandino de Sahagún refiere en su Historia general de las cosas de la Nueva España que a las parteras se les llamaban “maestra y médica”. También se les consideraban una “persona honrada y digna de veneración” o “muy amada señora y madre espiritual” y evocaban a la adoración de Chicomecóatl, diosa de la fertilidad humana y agrícola.

Cuando llegaba el momento del parto, se pensaba que la madre emprendía una lucha entre la vida y la muerte, por lo cual la parturienta se veía como una guerrera. Al momento del parto, la madre renacía del lugar de la muerte.

El lugar de alumbramiento era el temazcal ―el baño de vapor de medicina tradicional indígena ―, donde las parteras le suministraban a la futura madre hierbas medicinales que aceleraran el proceso de nacimiento. Si el trabajo de parto se complicaba, las matronas solicitaban el permiso de los padres para deshacerse del producto. Si los padres se negaban, entonces la matrona se encargaba de preparar a la madre para su transición hacia una nueva forma de vida. En caso de que la madre falleciera, entonces la partera se encargaba de las exequias en honor a una mártir de guerra; pero si tanto la madre como el bebé sobrevivían, se felicitaba a la matrona y se organizaba una fiesta de nombramiento.

Actualmente, la partería comúnmente se desempeña en comunidades indígenas, a través de mujeres que aprendieron desde la experiencia y enseñanza de otras parteras, pero también hay parteras profesionales formadas en el extranjero. Sin embargo, lo cierto es las mujeres que practican la partería se han reducido considerablemente, pues poco a poco han sido relegadas por los servicios de salud.

En México, 45.5% de las mujeres da a luz por cesárea, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud estima que esta práctica sólo es indispensable entre el 10 y 15 por ciento de los casos, lo cual nos indica que muchos partos tienen una intervención quirúrgica innecesaria. Además, en los sectores públicos de salud se han documentado innumerables casos de violencia obstétrica, en donde las mujeres no son consultadas para la colocación de un dispositivo intrauterino y se les niega el bloqueo epidural u otra forma de anestésicos para “disciplinarla” por “escandalosa”; a las parturientas se les intimida, ridiculiza y descalifica a través de comentarios burlones o sarcásticos, tales como “pero bien que te gustó que te lo hicieran, ¿verdad?” o “aguántate, que tu hijo tiene que salir por donde entró”.

Ante este panorama, la partería ofrece un ambiente de comodidad, donde la mujer es el centro del proceso, como en antaño, y se realiza bajo condiciones de seguridad y respeto, muchas veces acompañada únicamente por familiares y las matronas, al contrario de los servicios públicos, donde la mujer pasa este proceso sin compañía sentimental. Según Sabrina Speich, partera profesional, “la partería brinda un modelo de atención continuo, con atención prenatal y posparto, una colaboración entre partera y parturienta (…)” de esta forma, las mujeres se sienten protegidas y satisfechas, porque ellas deciden cómo parir; se sienten dueñas de su cuerpo, que es lo importante”.