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Loos Dichos Que Ya No Deben Ser Dichos Cap. 8

Por Josué de la Fraga

¡Qué tal, apreciada comunidad lectora! Soy Josué de la Fraga y les doy la bienvenida a este rincón semanal de nuestro blog en RadioMás, donde hacemos una pausa para poner nuestro lenguaje bajo la lupa y analizar su verdadero impacto.

La pasada entrega abordamos un tema espinoso: esa frase tan cínica de «el que no transa, no avanza» y la forma en que normaliza la corrupción en nuestra sociedad. Hoy, vamos a analizar un dicho a raíz de una reflexión sumamente interesante que me compartió uno de ustedes, un atento radioescucha. Se trata de una de las frases más comunes que existen para enmarcar un acto de ayuda; una que, en teoría, debería simbolizar la solidaridad, pero que para muchos, como él me hizo ver, se ha convertido en una inesperada fuente de incomodidad.

El dicho que hoy vamos a poner en nuestra mesa de autopsias es uno que todos, sin excepción, hemos dicho o escuchado: «Hoy por ti, mañana por mí».

Detengámonos un momento a pensar. ¿Cuál es la primera emoción que les genera esta frase? Para muchos, es un pilar de la amistad, un estandarte de la comunidad. Pero para otros, como me señalaba este oyente, es una frase profundamente incómoda, casi una grosería sutil. Y es precisamente en esa dualidad, en esa incomodidad, donde encontraremos nuestra reflexión de hoy. En su intención original, y en su interpretación más noble, «Hoy por ti, mañana por mí» es la verbalización del contrato social de la reciprocidad. Es el fundamento mismo de la comunidad: yo te ayudo ahora que lo necesitas, con la confianza implícita de que, cuando yo esté en apuros, alguien (tú u otra persona de nuestra red de apoyo) estará ahí para mí. Es el principio de la solidaridad y del apoyo mutuo que nos ha permitido sobrevivir y prosperar como especie. Visto así, es una frase que teje lazos y construye puentes. Pero, y este es un «pero» gigante, ¿qué pasa en la práctica diaria? Como bien me lo planteó nuestro radioescucha, la frase parece haber mutado. Para muchos oídos, ha perdido su espíritu de comunidad y se ha convertido en la fría declaración de una transacción, como si al gesto de ayuda se le añadiera el discreto pero inconfundible sonido de una caja registradora.

¿Por qué se ha vuelto una frase problemática?

Esta expresión resulta problemática por varias razones profundamente interconectadas. En primer lugar, condiciona la ayuda e impone una deuda emocional: al añadir el «mañana por mí», un acto que debería surgir de la pura generosidad se transforma en una transacción con condiciones explícitas. Deja de ser un gesto desinteresado para convertirse en lo que nuestro amable radioescucha describió acertadamente como «una carga de deuda». En lugar de aliviar un problema, la ayuda termina imponiendo un nuevo peso: la obligación futura, que puede generar ansiedad e incluso resentimiento hacia quien la ofreció.

En segundo lugar, la frase suena intrínsecamente deshonesta y transaccional. Plantea una duda corrosiva sobre las motivaciones de quien ayuda: ¿Lo haces por genuina empatía y solidaridad, o porque estás asegurando un favor a futuro? Esta sospecha le resta sinceridad al gesto, dando la impresión de que la persona lleva una libreta mental de cuentas donde registra favores dados, esperando pacientemente el momento de cobrarlos. Convierte un acto humano en un cálculo de intereses.

Finalmente, la verbalización es innecesaria y rompe por completo el encanto de la generosidad espontánea. Una persona verdaderamente empática no necesita anunciar los términos y condiciones de su ayuda. La confianza mutua y la reciprocidad natural deberían ser pilares silenciosos y sobreentendidos en cualquier relación sana, ya sea de amistad, familia o comunidad. Hacerlo explícito resulta de mal gusto, rayano en la mala educación, como si se estuviera «cobrando por adelantado» un favor que ni siquiera se ha solicitado. Esta exigencia anticipada socava la autenticidad y la calidez que deberían definir las relaciones humanas.

Quizás, en una sociedad cada vez más individualista, hemos perdido la confianza en la reciprocidad tácita, y ahora sentimos la necesidad de dejarla «por escrito» en el aire. Hemos pasado de la solidaridad comunitaria al «favor por favor». Cuando ayudamos, ¿lo hacemos desde la empatía pura o desde la expectativa? Y cuando decimos esta frase, ¿buscamos tranquilizar al otro o, en realidad, a nosotros mismos, asegurando que nuestra «inversión» de tiempo o esfuerzo no será en vano?

En lugar de esta frase que puede generar tanta fricción, podemos optar por expresiones que transmitan calidez y generosidad sin condiciones. Un simple «Con mucho gusto«, un «Para eso estamos«, un «Es un placer ayudarte«, o un cálido y recíproco «Gracias a ti por reconocerlo”. O quizás, dicho en un tono que logre capturar el espíritu original de la reciprocidad sin el peso de la transacción: «Sé que tú harías lo mismo por mí». Esta última no impone una deuda, sino que expresa confianza y respeto por el carácter de la otra persona, fortaleciendo el lazo en lugar de mercantilizarlo.

La próxima vez que ayudemos a alguien, pensemos si es necesario ponerle un precio a futuro a nuestra bondad. A veces, el mejor regalo es el que se da sin esperar nada a cambio.

Soy Josué de la Fraga, y les deseo un día lleno de actos genuinamente desinteresados.


Esta columna nació de la valiosa aportación de nuestra audiencia. Si usted tiene un «Dicho que ya no debería ser dicho» que le gustaría que analizáramos, puede compartirlo con nosotros al WhatsApp 228 842 35 07. Este es un espacio que construimos juntos.

Recuerden que pueden encontrar este y todos los episodios anteriores en nuestro sitio web y en las principales plataformas de podcasting.

Josué de la Fraga Chávez
Locutor y productor en Radio Televisión de Veracruz, docente universitario y apasionado por el lenguaje. Entre micrófonos y aulas, vive rodeado de su «manada»: Daniela, los gatos Momo y Kimi, y el perro Canelo. En esta columna, «Los Dichos Que Ya No Deben Ser Dichos, une su oído crítico y su amor por las palabras para revisitar el habla popular con humor y humanidad.