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Tienes que verla: Una batalla tras otra

Por Angel Vial

Desde este espacio, saludo contento a la audiencia lectora de RadioMás, que con paciencia y curiosidad se detiene en este apartado del blog llamado: CineXCine. Hoy les escribo sobre la más reciente aventura cinematográfica de Paul Thomas Anderson, titulada Una batalla tras otra, que ya se encuentra en cartelera y promete dar mucho de qué hablar.

Anderson, el director que ha paseado por los pantanos petroleros en There will be blood, diseccionado el carisma tóxico de las sectas en The master y jugueteado con el caos detectivesco en Inherent vice, vuelve a recordarnos que el cine, además de espectáculo, es también un campo de batalla donde se confrontan discursos, estilos y hasta resistencias. Y vaya que lo hace con humor, desparpajo y una ironía que ni los privilegiados del mundo —los que aquí son satirizados sin piedad— podrían maquillar con su exceso de perfumes importados y prótesis dentales.

La trama parece sencilla: un grupo de personajes que no están dispuestos a aceptar las reglas de un mundo que les niega voz y lugar. Migrantes, rebeldes afrodescendientes en inconformidad con el actual manejo de su país; prófugos de un sistema contramilitar, se entrelazan en una historia que, al tiempo que critica, también consuela. Es un relato de hermandad y de amor paternal, de esas historias donde lo íntimo y lo político se dan la mano y nos dejan, a los espectadores, la certeza de que no estamos tan solos en medio de un presente asediado por la violencia y la desigualdad.

El ritmo es, simplemente, descomunal. Hay momentos contemplativos, casi letárgicos, que de pronto se ven interrumpidos por estallidos de acción que obligan a clavar los ojos en la pantalla. Por cierto, si alguien pensaba salir a hacer del baño, mejor lleve pañal porque perderse un minuto de esta película podría hacer que se arrepientan. Y yo que me atreví a resistir hora y media de vejiga presionada, se los puedo asegurar. ¿Qué si valió la pena casi no poder pararme una vez concluída la proyección, por el dolor de la retención de la coca de piña?

Por supuesto que sí.

Señores exhibidores: ¡devuélvannos los intermedios!

En cuanto al reparto, Leonardo DiCaprio brilla con un papel que confirma lo que ya veníamos sospechando: se ha sacudido de una vez por todas la etiqueta de estrella titanesca para reclamar su lugar como actor de primer nivel. Aquí está sobrio, intenso, pero también divertido, mostrando un rango que pocos logran mantener película tras película. A su lado, Benicio del Toro roba la atención con uno de los personajes más entrañables de su carrera: un maestro karateca tan improbable como inolvidable, que equilibra la rudeza con una sabiduría casi paternal. Su actuación es de esas que uno quiere aplaudir de pie en medio de la sala, como a Juanga en Bellas Artes.

La mezcla de géneros funciona con una naturalidad pasmosa: drama, acción, comedia y sátira política desfilan sin estorbarse, como si Anderson se hubiera tomado la molestia de invitarlos personalmente a un mismo banquete cinematográfico en un lugar de la high. El resultado es una película que entretiene y cuestiona, que emboba y sacude, que nos deja pensando en lo mucho que podemos reírnos de quienes se creen intocables. Y todo esto, con la cámara siempre inquieta, con ese estilo visual que es marca registrada de Anderson.

Sí, es larga, pero también lo es la lista de cosas que uno no quiere que terminen: las vacaciones, una noche de juerga, la pestañita que nos echamos después de que suena el despertador, y por supuesto, una condenada buena película… Y quizás eso sea lo que logra esta cinta: hacernos olvidar el reloj, dijera Roberto Cantoral, y recordarnos que el cine puede ser un espacio donde la épica y lo íntimo conviven sin necesidad de pedir permiso.

Queda claro que Una batalla tras otra, ya disponible en los cines, se propone como un contendiente serio para la temporada de premios. Pero más allá de las estatuillas, lo que deja es la sensación de haber presenciado una obra que sabe equilibrar la sátira con la emoción, la denuncia con el entretenimiento y la risa con la ansiedad. Una obra que, como pocas, logra hablar del presente con la contundencia de un clásico en ciernes.

Así, desde la butaca y con la emoción todavía fresca, invito a la audiencia de RadioMás a darle una oportunidad a esta película. Sin duda, desbancó a Punch-drunk love como mi película favorita del Paul Tomás. ¡Sello de garantía dorado!

– Angel Vial

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